jueves, 6 de enero de 2011

Local Burgos: A TI... QUE ME QUIERES BIEN

Miguel Soto – Ecologistas en Acción 
Publicado en El Perdigón http://elperdigonazo.blogspot.com/



En el pasado siglo el poeta Luis Cernuda confesaba amargamente: “estoy cansado de ser español”. Su reflexión no era gratuita, ante la falta de sensatez de los arribistas que nos gobiernan, que envueltos en colores patrios, tanto dañan en nombre de un desarrollo perverso mutilando y borrando nuestra basta memoria, incluida la ecológica.


Y ¡¡ay!! Burgos, hoy convertida en una ciudad fatigada y gris, no escapa del Tsunami transformador donde la obra se perpetua eternamente. En un ejercicio de arrebato pesimista, saturado de rabia y bilis destructiva, me vienen a la mente esos Burgos animados y verdes.. Rincones únicos, que han desaparecido para siempre como.... el bosque de encina y quejigo de Villafría, la chopera de fuentecillas, el roble carballo -varias veces centenario- de “la casa del pescador”, las riberas domesticadas del Arlanzón, los castaños de indias de la bajada Corazas, los tilos del parque de Vara, las choperas majestuosas del río Vena... y así un rosario de ecocidios e infinito desprecio cuyo corolario, de momento, es la eliminación del bosquete de castaños que coronaban el Cubo de San Lesmes y que formaban parte del paisanaje, del catálogo de árboles notables... Son tantas las fotos perdidas en somnolientos desvanes en nombre de un progreso agresivo y miope. Martillos y motosierras, piedras angulares del desarrollismo cateto, se imponen la nueva sensibilidad medioambiental que inmediatamente conduce a la calcificación mental de un Ayuntamiento, ebrio de fastos y derroche financiero, que a su paso va dejando exquisitos cadáveres botánicos, afeando más una ciudad de rostro áspero, sin apenas memoria colectiva, donde las piedras han enmudecido ante la sistemática tala de todo vestigio vegetal.
En un predecible sorpasso -la decimonónica política de Aparicio y su equipo, carentes de pupilas, ignoran el origen biológico de la moral, y sin descabalgar de cifras de siete números- imponen su ley y sus oídos sordos, despojándonos de valores intangibles cargados de belleza e historia que nos pertenece a todos.
Quien sabe, si algún corazón tatuado en la piel de un imponente chopo, con una declaración de supervivencia como un “te quiero”, no ha sido derribado para acabar transformado en una vulgar caja de fruta, serrín en el suelo de un bar, o toxina en el aire enfermo que escupe una incineradora.
Olvidamos a Machado y abrazamos a... Keynes. Seguro que alguna hoja seca todavía pervive prensada en algún libro de poemas y que con cariño apretamos contra el pecho en memoria de aquel otoño, lleno de besos y promesas adolescentes en mitad del bosque hoy arrasado. Las calles y rincones remodelados de Burgos, diseñados en serie, en fríos despachos, no son muy distintos a los de Logroño o Santander. Sólo los testigos vegetales, en forma de árbol, marcaban la diferencia y desgraciadamente poco a poco, estos están siendo decapitados y relevados por estatuas indolentes de frío metal.
Biodiversidad, hogar de aves, serenidad, sombra... resultan indispensables, antojándose necesarios en un recinto urbano cada día más antropizado, rebelándose como asideros únicos, ajenos al tiempo en el entramado urbanita, donde con mínimos cuidados son una herramienta amable que suaviza esta crisis económica y emocional que tanto nos desvela.
En la loca carrera por alguna “capitalidad”, esa insensatez que dejará en el paladar el regusto amargo de una resaca triste, sólo la ciudadanía (colectivos, amas de casa, niños...) repara en salvar el arbolado y las zonas verdes. Y esto genera pena.
El urbanismo fagotizador está caduco y no es el resultado de una ciudad eficiente. Desde el racionalista Le Corbusier hasta nuestros días nuevos urbanistas y humanistas en sabia aleación apuestan por metrópolis sosegadas, equilibradas, e imaginan una urbe tranquila, sin estrés, con alma y personalidad -y es ahí donde el arbolado se la otorga-.
Ante tanta desfachatez e inmoralidad de nuestros ediles, cobra un valor impagable el posicionamiento contra la barbarie especulativa y que los camellos del metro cuadrado han impuesto a una mayoría, pero esta es.... hoy.... menos silenciosa, más concienciada y tenaz hasta la locura cuando hay que defender tanto tesoro vegetal.
La oposición popular a la remodelación salvaje y abusiva de “La Isla” es el sismógrafo social medidor de hartazgos e indica que algo está cambiando en nuestras cabezas. Y es que... se desconfía de la felicidad... que supuestamente nos regalan las infraestructuras; se rechaza la dictadura del hormigón... se impone la calma que nos brindan los jardines, los parques... templos de
convivencia vecinal, espacio sagrado de naufragios voluntarios.
Llega el momento de cambiar el mensaje cáustico del viejo bardo que declama aquello de: “mejoramos a peor”. Y asumir una nueva era, basada en la simbiosis, el respeto y disfrute de quien menos pide y nada exige: el arbolado. Urbano y humilde, necesario... soplan vientos de compromiso, llega el momento de abrazarle y tras un susurro celebrar esa rumbita global y soleada que dice “amigos para siempre”.

PARA VIRGILIO MAZUELA CUYA ALMA HABITA EN ALGÚN ÁRBOL DEL PASEO DE LA QUINTA.

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