Se mantiene el caos generalizado en la capital y otras regiones del país. El presidente transitorio, Fuad Mbazaa, convocó a comicios en el plazo de 60 días
La huida del ex presidente de Túnez, Zine El Abidine Ben Alí, resultó insuficiente para calmar las protestas populares en ese país, donde anoche prosiguió la violencia social.
La noche del viernes 14 y la madrugada del 15 fueron testigos de un caos generalizado en la capital y otras regiones, en especial tras conocerse que Ben Alí huyó al reino wahabita de Arabia Saudita, cuya familia real difundió un comunicado confirmando la decisión de acogerlo para contribuir al retorno de la calma en Túnez.
Además, un incendio en una prisión en la provincia de Monastir (centro) ocasionó la muerte de 43 reclusos, según un recuento provisorio, ya que dos decenas sufrieron quemaduras graves, de acuerdo con precisiones. El siniestro fue consecuencia de un motín durante el cual los convictos prendieron fuego a sus colchones, según los primeros informes.
A pesar de la renuncia del ex mandatario, aceptada hoy por el parlamento tunecino, y la designación como mandatario de transición de Fuad Mbazaa, presidente del Parlamento, la tensión persiste en la capital tunecina y otras regiones, en las cuales prosiguen las protestas sociales.
Tanto Mbazaa, como su antecesor momentáneo, el primer ministro Mohammed Ganouchi, que también abandonó el país, son hombres cercanos a Ben Alí, cuya estructura de poder sigue incólume, aunque se descarta su retorno al país, como se rumoreó en principios.
Una de las primeras decisiones del mandatario transitorio fue la convocatioria de comicios en el plazo de 60 días.
Versiones sin confirmar aseguran que los saqueos a viviendas y comercios son obra de policías partidarios de Ben Alí y fueron ejecutados por elementos marginales a los cuales les fueron entregados armas y dinero.
Medios oficiosos dieron cuenta del arresto del general Alí Seriati, jefe de la guardia personal del ex presidente fugitivo, a quien se responsabiliza con la organización de actos de vandalismo para culpar a los manifestantes.
Las protestas populares contra la corrupción, el desempleo y la carestía de la vida en Túnez comenzaron en diciembre pasado pero adquirieron un sesgo dramático a comienzos de esta semana y se extendieron el miércoles a la capital del país, a pesar de las fuertes medidas de contención empleadas por la policía y el Ejército.
El desconcierto de las autoridades quedó en evidencia después que Ben Alí tratara de calmar los ánimos con el anuncio de la creación de 300 000 puestos de trabajo y una rebaja sustancial de los precios de los productos de la canasta básica.
En una alocución el mandatario ordenó la retirada de los militares del centro metropolitano y a los policías que dejaran de disparar contra las manifestaciones y prometió investigar las denuncias de corrupción administrativa.
Las concesiones incluyeron, además, la convocatoria de elecciones legislativas en una plazo de seis meses y la promesa de abstenerse de ser candidato en los comicios presidenciales programados para 2014.
Pero, apenas horas después, Ben Alí, confrontado con la persistencia de las protestas sociales, implantó el estado de emergencia nacional y amplió el toque de queda vigente desde el día anterior. Esas serían sus últimas decisiones antes de verse forzado a darse a la precipitada rumbo a Arabia Saudita.
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